Chrystèle Burrel y Christophe Gérard, pese a su total falta de instrucción y principios morales, van de un sitio a otro guiados con una tranquilidad y una alegría de vivir envidiables. La vida no les prometió nada y ellos nada le piden a la vida. Les resulta placentera. Antes de conocerse, ni confiaban en nadie ni sabían lo que era sentir algo por otra persona. Por eso, una vez que se han conocido no quieren separarse por nada del mundo. Y tampoco es que ella piense que su pareja haga siempre todo bien y sea del todo de fiar... Y él, mucho tiene que querer a su Chrystèle para perdonarle que le ponga los cuernos. Y así son las cosas, incluso entre energúmenos de este calibre nace el amor. Y cuando hay amor, hay confianza ciega.