El público es invitado a la intimidad de Violetta para mirar de cerca el fuego al que se abandona entre los invitados de esta celebración musical y fantasmagórica que fusiona teatro y ópera, voces que hablan y cantan, y donde la distinción entre instrumentistas y músicos. Los cantantes se difuminan, donde Charles Baudelaire está sentado junto a Christophe Tarkos, y donde los fantasmas de este París en pleno boom industrial cuyo futuro vivimos en el presente, cantan y mueren.